Sunday, April 29, 2007

La insoportable levedad del animal político


Nunca he podido entenderme con las grandes ideologías. He encontrado problemas al marxismo en todas sus vertientes: eurocomunista, trotskista, maoísta, etc. Lo mismo ha ocurrido con el anarquismo, la socialdemocracia y por supuesto el liberalismo. Podría decir que encuentro el mismo problema de fondo en cada uno de ellos: imponen una interpretación de la realidad social que termina por estrangularla. El individualismo da una respuesta burda a los problemas planteados por la cultura, y las diferentes formulaciones antihumanistas, ya sean colectivistas o en un plano de abstracción, estructuralistas, sobredeterminan el universo voluble de significaciones que configura una sociedad. Parece que la insistencia en varios aspectos colapsan la función de onda del universo, en un sentido cuántico, excluyendo los elementos restantes, cuya indeterminación ontológica nos impedirá conocer la totalidad, precisamente porque la totalidad ha dejado de tener sentido frente a la incertidumbre.
En lo personal, política y filosóficamente (pienso que hay un nexo de unión muy claro) prefiero aferrarme a las microestructuras (por ejemplo, como resistencia a lo que Foucault llamó biopoder), con la seguridad que también éstas forman parte del mito de la representación en relación a formas discursivas. Yo he llamado siempre a esta actitud un posicionamiento distanciado, un saber vivir en la superficialidad como actitud frente al fantasma del nihilismo. Porque soy nihilista, pero evidentemente, uno no puede existir en la nada; la sociedad vive, y yo en ella como producto, bajo la sombra de la simulación. Y mientras tenga la obligación de jugar, esto es, mientras permanezca vivo, haré de la lucidez y el escepticismo eje central de la praxis y la reflexión teórica, al fin y al cabo unidas. Me reconforta que el recientemente fallecido Baudrillard mantuviese una postura similar:

“…en un sistema cuyo imperativo es la superproducción y regeneración de significado y lenguaje, todos los movimientos sociales que apuestan por la liberación, la emancipación, la resurrección del sujeto en la historia, del grupo, del lenguaje como un despertador de conciencias, de una captación del inconsciente de los sujetos y las masas, están actuando en total concordancia con la lógica política del sistema.”

Compadezco al fanático, al activista concienciado, porque tiene fe.

Tuesday, April 24, 2007

Méditerranée


Méditerranée, de Jean-Daniel Pollet, se integra en el corpus del cine vanguardista de los 60 como miembro de honor. ¿De dónde viene su importancia? ¿Qué nos queda de ella? A la primera pregunta, es relativamente sencillo responder: la película de Pollet, como uno de los primeros exponentes del cine ensayo, junto a los trabajos de Agnès Varda, o Jean Rouch en una vertiente etnográfica en realidad alejada de lo que quiero tratar, anticipa otras obras fundamentales, y pienso sobretodo en el cine de Chris Marker. Aunque Marker ya había rodado algunos documentales-ensayo como Les statues meurent aussi o Cuba si! (las dos que he visto anteriores a 1963), noto a estos trabajos todavía sumergidos bajo la influencia de la primera etapa de Alain Resnais (con Nuit et broulliard como obra paradigmática); en efecto, el documental sobre arte y colonialismo africano lo codirige con el mismo Resnais. Y uno observa una clara diferencia estilística entre, por ejemplo, Les statues... y Sans Soleil. Me aventuro a decir que el estreno de Méditerranée influye en esta evolución formal, y en 1965 basta tomar Le Mystère Koumiko como embrión: pese a que el raccord espacio-temporal sigue acotado a modo de unidad temática (el seguimiento a Koumiko), se introduce cierta digresión en el hilo "narrativo" y las imágenes cobran cierta autonomía, al diluirse su función semántica bajo los efectos de una poética de reminiscencias y libres asociaciones. Este es el principal logro de la película de Pollet: la imágen-memoria, trozo del espacio-tiempo, no tanto testimonio como esencia de un momento, de una sensación o de una idea, cuyo verdadero valor se alcanza por el contacto entre éstas. Méditerranée, itinerario poético de fragmentos que nacen, desaparecen y reaparecen, revelador de un paralelismo civilización, vida y memoria (tema común a Marker y a Pollet), trae finalmente a colación el gran hallazgo de Proust: lo importante no es el paraíso perdido (lo que dice la imagen) sino la huella de asociaciones mentales, el camino que recorre la memoria, especialmente la memoria involuntaria, sus ecos e intensidades que aminoran con el tiempo, por efecto acumulativo de recuerdos e impresiones. Como olas de corriente bergsoniana. Así, a Méditerranée, montada a base a reminiscencias y reflejos en el mar de la conciencia, ese Mediterráneo madre de culturas, no se le puede achacar arbitrariedad, pese a que la función del alea invada su estructura. No puedo, por lo tanto, compartir la opinión de Noël Burch cuando en referencia a la película escribe que falta un "juego organizado". Como he dicho, la memoria (o una Memoria) vincula los planos como eje vertical del montaje, pese a la ausencia de articulación espacial o temporal. Son esos momentos privilegiados, que llevan de las ruinas de la civilización griega a la sensualidad de una siciliana, a un muro o al viento que azota unos hierbajos, a la enfermedad o la plástica del toreo, al hospital, casa de la enfermedad y la muerte, o a recorrer un jardín bajo el olor a azahar y la luz radiante del mediterráneo, para terminar en este mar omnipresente. No discuto la mayor complejidad en el ensayo filmado de Marker, que juega de manera bastante más sofisticada con la tensión entre las imágenes y el texto, y tiende puentes sólidos entre montaje y recuerdo, allende de las evocaciones poéticas que golpean incesantes. Pero la obra de Jean-Daniel Pollet, síntesis de mar y luz, es preciosa. ¿Y qué queda de ella, hoy en día? Si la eternidad, escribió Rimbaud, es el mar mezclado con el sol, entonces su poesía permanecerá para siempre.

Monday, April 16, 2007

Retrato en un Abierto Conexo


Arrima su cara al crepitar de lluvia en el cristal de su ventana, su oído pegado, sintiendo la dureza y frialdad del vidrio, escuchando gota a gota. Y en conjunto, anda perdido en el vacío que se abre ante él: a través del cristal, de la lluvia y las calles, circundando el universo. Esa sensación que parte a la persona en dos, que fluye desde su interior para inundar la vida, terrible identificación de ensimismamiento y melancolía. Esa identificación irremediable que golpea por una mirada, sin embargo, fortuita. Esa mirada que destroza con la potencia del rayo en la noche, deslumbrante. Ese deslumbramiento al conocerla, que recuerda la aletheia presocrática en toda su pureza y desnudez. Esa desnudez del condenado ignorante, ese deslumbramiento por primera vez, esa mirada que anuncia placer y muerte, esa identificación entre sueño y realidad, esa sensación palpitante como una herida dolorosa, todo ello, gracias a ti.

Preguntas:

Observo al ángel del Amor Vincit Omnia. ¿No hay una expresión maligna en cada uno de sus gestos, en su sonrisa, en sus ojos y en su disposición casi obscena?

¿Es el amor un virus, como la droga para Burroughs?

¿O es una enfermedad degenerativa?

En la línea, un interrogante muy wagneriano: ¿trae el amor la muerte (Liebestod)?

¿Estamos condenados a fracasar siempre?

¿Es el suicidio el acto de amor más sublime hacia la dignidad individual?

¿Es universal la ecuación amar = cosificar?

¿Escribió Marx con El fetichismo de la mercancía el retrato más preciso de las pasiones humanas?

¿Toda comedia romántica termina siendo una película de terror?