
Ahora que Haneke está de actualidad (pueden leer el interesentísimo debate de cinexilio en torno a Funny games 2007) por la inminencia del estreno de su próxima obra, que parece un calco plano a plano de su película más célebre y probablemente, conseguida, me gustaría rescatar una pequeña reseña que escribí sobre él, con la que me he topado hoy y a la que probablemente añadiría y restaría algunas cosas (y en efecto, lo aquí publicado no coincide exactamente con el material original aunque quede muy cerca). Mi intención: que cada uno recapitule sobre el cine de este autor, al que yo mismo sobrevaloré en cierto momento, pero que con su nuevo proyecto está removiendo algunas certezas, lo que no sé si es suicida o admirable.
Michael Haneke
La obra de Haneke, a la que frecuentemente se ha calificado como provocadora (un adjetivo no del todo adecuado) busca una reacción intelectual del espectador por medio de cierta implicación morbosa con un determinado desarrollo entorno a situaciones chocantes o desagradables. Haneke fuerza un efecto de oposición dialéctico entre mecanismos de distanciamiento emocionales (elipsis casi siempre) por un lado, y escenas y comportamientos perturbadores que generan inquietud en el espectador por el otro; de esta manera se establece un diálogo entre emoción y análisis a través de la Forma. Parece que busca generarla para después inhibirla, haciendo sentirse culpable al espectador: y es éste precisamente el efecto deseado por el austriaco.
Haneke se vale de lo que Noël Burch define - hablando de una película de Franju, pero nos sirve aquí- en su Praxis del cine como un intento de hacer desempeñar a la agresión un papel de componente estructural. Dice: "En ciertas palabras (...) nos hallamos innegablemente ante una dialéctica casi-musical de tensiones y de relajaciones, actualizada por rebasamientos más o menos cercanos, más o menos elevados, del umbral del dolor. (...) Percibimos la belleza de las estructuras rítmicas a través de la angustia provocada por una agresión de muy distinto orden."
Su cine además, sobretodo en los comienzos, ha tenido pretensiones materialistas muy cercanas al marxismo. Ahora que ha hecho para Hollywood un remake de una película propia, un hecho contradictorio con su ideología y trayectoria, tendremos que ver si podemos contar con él para el futuro (*).
Rasgos:
Plano estático que dilata el tempo, muy efecto en momentos agonísticos. Encuadre cerrado. El fuera de campo como elemento estructural. Tensión. Tratamiento de la violencia, normalmente de forma elíptica. Interés por los recursos metalingüísticos. Aridez narrativa.
Influencias:
Muy evidente la de Robert Bresson. También Antonioni, Franju, Hiroshi Teshigahara o el Hitchcock tardío. La obra de Elfriede Jelinek, no sólo temáticamente, sino por lo seco y cortante de su estilo.
Tres películas:
Funny games quizá sea, junto con La pianista y Caché, su película más conocida. Se puede entender como una disertación alrededor de la violencia en nuestra sociedad; y como cineasta en particular, una investigación sobre los códigos de representación la violencia. Así, el propio asesino nos interpela a continuar sentados viendo la película o rebobina la cinta parodiando y destrozando los mecanismos del thriller, género que esta película pretende desnudar como denuncia a su violencia apta para el consumo.
El tiempo del lobo es un caso singular: una película apocalíptica en la que no ocurre casi nada, progresa de tiempo muerto en tiempo muerto, con alguna explosión de violencia de por medio; y sin embargo, el caos y la hostilidad generan una tensión latente durante todo el film. Puede ser la película de Haneke que pretende explotar el fuera de campo de manera más exhaustiva después de la sucesión de fríos close-ups en El séptimo continente. El resultadol, decepcionante: los cuerpos encorsetados por la puesta en escena calculada no viven. Un universo caótico se representa mediante espacios sobredeterminados, lo que nos lleva a una contradicción. Haneke haciendo de Haneke.
Caché es su peor película, pues cae de lleno en la autocomplacencia. Pese a los juegos metanarrativos, gran parte de lo ocurre parece la típica crítica burguesa en situaciones que recuerdan demasiado al peor cine "de autor" europeo, con planos secuencias bastante inanes. Y no obstante, la idea es buena: se rueda en formato digital porque la película trata de la confusión entre realidad e imágenes de la realidad producto de la manipulación de los medios, y de cómo éstas ocultan lo que nadie quiere recordar o saber (y aquí entronca, paralelo, con el problema de la memoria y el sentimiento de culpa del protagonista). No se distingue entre unas y otras, no vemos la diferencia entre las cintas de vídeo y las imágenes "reales", pero la película fragmenta esa supuesta unidad, da ejemplo de los hechos que ocultamos, y se pregunta cómo afectan a las sociedades post-capitalistas (y a sus individuos en concreto).
(*) Este comentario está escrito, evidentemente, antes de conocer la naturaleza final de su trabajo, ahora que conocemos más detalles, la pregunta gana en evidencia, mientras que la respuesta se hace más difícil.