Monday, April 28, 2008

La enfermedad infantil del izquierdismo en el Cine



El pequeñoburgués "enfurecido" por los horrores del capitalismo es un fenómeno social propio, como el anarquismo, de todos los países capitalistas. La inconstancia de estas veleidades revolucionarias, su esterilidad, su facilidad de cambiarse rápidamente en sumisión, en apatía, en imaginaciones fantásticas, hasta en un entusiasmo "furioso", por tal o cual tendencia burguesa "de moda", son universalmente conocidas. (V.I. Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo)


Actitudes sumisas y acomodaticias, carentes de toda ambición, vienen adocenando al cine desde sus comienzos, inherentes a toda cultura de masas, pues la industria se constituirá pronto como piedra de toque de la renuncia al compromiso estético, al cine por el cine, sustituido por el cine para el público, en el que unos parámetros de éxito condicionan el producto. Escribe Roland Barthes en sus Mythologies que la ideología transforma la historia en naturaleza, dando a signos arbitrarios un conjunto de connotaciones aparentemente obvio e inalterable, da a los discursos y las prácticas una justificación natural y eterna, una claridad que no es la de una explicación sino la de un enunciado de hecho. De ahí que la transparencia de estos procesos por los que se encierra a la sintaxis cinematográfica en ciertos patrones ortodoxos, académicos (entendida la academia como brazo de la industria), justifica la escasa capacidad de autorreflexión del responsable trabajador del medio, antiguo alumno ejemplar de las escuelas de cinematografía curtido en manuales supuestamente descriptivos pero en el fondo limitadores de su futura práctica, pues desplazan la denotación por la connotación (de lo arbitrario a lo natural, volviendo a Barthes). No olvidemos, pese a estos esfuerzos, que la regla es la muerte del arte; pero en el cine se sacrifica todo para, se dice, “llegar al público”. En realidad, es el mismo mecanismo que desplaza la tarea de adivinar el gusto a crearlo (y se fuerza a una adecuación entre la demanda del público y la rentabilidad económica del objeto que supuestamente responde a esa demanda), y la masa se somete admirablemente a la vulgaridad de la fórmula. El conformismo anida en el director, el guionista y el resto del equipo, también de los actores que no ponen en duda su interpretación naturalista reforzada por lo psicológico. La verosimilitud va por delante, vehículo de unas ideas, aquello que, vuelven a decir, el film quiere “expresar”. ¿Pero un film qué expresa, lo que dicen los actores, lo que insinúa el guión a través de una situaciones que alimentan la tesis final? Así lo ve el funcionario del cine, el director profesional sin talento, obediente al canon. De fondo, el cáncer que ha devorado cualquier consideración ontológica sobre la imagen cinematográfica, aquella idea consistente en creer que el cine ilustra el guión, o con mayor generalidad, que ilustra una narración. El cine que establece equivalencias con la literatura a nivel narrativo, y equivalencias con lo pictórico cuando el director, creyéndose ambicioso, se preocupa por la apariencia del plano, por su composición, y a eso se atreve a llamarlo estética, cuando no es más que una ingenua tiranía de lo visual, “la imagen por la imagen, la anécdota inmediata”, como escribió Astruc en su fundacional manifiesto por una cámara estilográfica. No insistiré en que la preocupación del autor de films ha de ser la puesta en escena, y en ese sentido una analogía con la escritura parece pertinente, aunque el cine diste de ser un lenguaje. No se trata de renunciar a contar, se trata de denunciar a quien sólo se preocupa eso, y olvida que tiene la responsabilidad de registrar algo, y que ese algo – bajo el filtro de la imagen - será su película, al margen de la anécdota y lo pintoresco. Pero no pretendo teorizar sobre el famoso interrogante baziniano, ¿qué es el cine?

Hablaba de la mansedumbre del director frente a los axiomas del stablishment crítico y académico, pero tampoco quiero centrarme en el funcionario vocacional, aquel cuyos films “se sumergen enteramente en la ideología, la expresan, la vehiculan sin distancia ni perversiones; le son ciegamente fieles y están especialmente ciegos acerca de esa misma fidelidad” (1). Los esclavos o mercenarios del estudio o del productor de turno, por otra parte la categoría más abundante de profesionales del medio, no merecen ni una línea. Sus mercancías quedan mejor en cualquiera de esos perversos rankings sobre número de espectadores o cifras de recaudación.

Sobre lo que quiero hablar, y de ahí el título, es del director con preocupaciones sociales, deseoso por aportar el progresismo a su trabajo, para así denunciar el statu quo y ser punta de lanza de un movimiento ideológico o incluso de cierta transformación social. Lejos de mi intención criticar la incorporación de un discurso izquierdista al discurso fílmico, en cuyo seno puede suceder casi cualquier cosa, lo que me irrita es la confusión entre discurso fílmico y el discurso que el director pretende imponer a sus imágenes (mera ilustración de éste), forzándolas a significar y atrofiando, cuando no olvidando completamente, las posibilidades de la puesta en escena. Y todo porque se pretende que el compromiso ético y político a nivel de guión, es decir, a nivel de ideas previas al hecho cinematográfico, es más poderoso que la misma puesta en escena (incluso se confunde con ésta), y justifica la calidad de una película. ¿Por qué hablar de este supuesto izquierdismo de tesis como una enfermedad del cine, por qué molestarse en ello? Fundamentalmente, porque no es un tema marginal, al contrario, su filisteísmo reina en los principales canales de opinión, léase la crítica profesional de periódicos o revistas de cine, y también en lo institucional, donde se premian anualmente este tipo de propuestas. Así, se impone entre el espectador medio la creencia de que la calidad de un film está directamente ligada a la profundidad de su tema, a su capacidad para despertar conciencias o liberar emociones. Arriesgados, independientes, así se nos vende este tipo de películas, y el director habla sobre su voluntad de “denunciar” o “dignificar” ciertos aspectos o colectivos de la vida social. Mera ilusión de un cine prefabricado, cerrado al mundo, pues “la realidad no contiene su propio conocimiento, su teorización, su verdad, como el fruto el hueso, sino que estos deben ser producidos” (2). ¿Qué podemos decir de un cine que no se preocupa por los mecanismos de producción de la ideología que predican groseramente, y asume dócilmente, dogmáticamente, estúpidamente, las reglas y los modos de la ideología imperante, aquella que pretenden agredir? He aquí el pequeñoburgués de la cita que encabeza el artículo, pobre producto inconsciente de un sistema interesado en mantener la figura del director disidente domesticado - y en el fondo, indistinguible del artesano sumiso – que abra nuevas cuotas de mercado: productos “antisistema” para público “antisistema”, esos progres del multisala independiente que limpian sus conciencias consumiéndolos. Y como interesa mantener esa cuota de mercado, nada despreciable, e integrarlo dentro de la ideológica dominante (la democracia capitalista que se vende como tolerante con la pluralidad ideológica) para reducir la alteridad a lo mismo, se inviste al director y sus productos de un aura de respetabilidad, y se le premia.

La enfermedad izquierdista del cine es que al izquierdista no le interesa el cine, le interesan los valores de la izquierda.

Recordemos las críticas furibundas de la corriente dominante del cine francés en los 50, ante el surgimiento de la Nouvelle Vague: ni una palabra sobre cine, se criticaba su falta de compromiso político, su complacencia con la vida burguesa, su ideología de derechas. Sin embargo, los izquierdistas seguían ciegamente la lógica del sistema de representación oficial, sin ambición ni afán de ruptura que acompañase su supuesta rebeldía política. Desde Positif se habla de que Los 400 golpes es un “ataque contra la escuela laica. (…) Es también un ataque contra los hogares sin alma y las familias sin Dios”. Ni una palabra sobre cine, solamente una crítica a su tradicionalismo o defensa de lo religioso.

En contraposición, Cahiers du cinéma, acusada de publicación derechista, analiza las películas desde el cine: “Sólo los iniciados sabían que el término puesta en escena designa más bien el conjunto de decisiones tomadas por el realizador: la posición de la cámara, el ángulo elegido, la duración de un plano, el gesto de un actor, y aquellos sabían que puesta en escena era a la vez la historia que se cuenta y la manera de contarla”. (3)

Al izquierdista no le interesa el cine, le interesa su ombligo burgués, su falsa conciencia, como el patético Sartre, siempre con lo mismo.

De ahí que los cineastas más puros, los que mejor han entendido el cinematógrafo, hayan sido religiosos y místicos como Dreyer, Bresson o Tarkovsky, porque para ellos, la realidad espacio-temporal es un misterio y el cinematógrafo, una forma de registrarlo.

Además, se olvida que el compromiso ético de un film, si se quiere, desde posiciones contrahegemónicas, consiste en que sus imágenes resistan al maremoto de discursos que emanan del poder, y no en ilustrar con imágenes una denuncia, para eso, se denuncia por escrito y los costes son mínimos. O en reformulación godardiana, con su lucidez característica, uno ha de hacer películas políticamente, y no políticas. Si extrapolamos, todo consiste en pensar desde el cine, y no en el cine, sobretodo si uno no sabe muy bien qué hacer con él; otra vez volviendo a Godard, “ninguna imagen justa, justo una imagen”.

No por poner – nunca mejor dicho para alguien tan poco interesado en el lenguaje cinematográfico - a prostitutas monologando sobre sus miserias se elabora un film ético y comprometido, no digamos ya radical, puesto que Fernando León de Aranoa (por llevar camisetas de algodón y tejanos en una gala no es radical, lo siento, en todo caso maleducado) no se ha dado cuenta que lo ético en la película es dilatar o no una secuencia, filmar un primer plano o acercarse con un travelling al personaje. Él sigue el manual del guionista y adopta una puesta en escena televisiva, además de un tono costumbrista, que entran en profunda contradicción con las supuestas ideas políticas que defiende. Cassavetes, sin embargo, ama a sus personajes porque su puesta en escena y decoupage comparte su histeria, filma las corrientes de amor y odio entre sus personajes también desde el amor y la neurosis, con una cámara que no se despega de ellos ni un centímetro. Ni rastro de demiurgia o paternalismo, la vida y su registro se vuelven indistinguibles. Ese es auténtico compromiso, cuando la ética y la estética son una misma cosa.


(1), (2) Jean-Louis Comolli, Jean Narboni. Cine/Ideología/Crítica. Cahiers du cinéma, nº 216. Octubre, 1969.

(3) FranÇois Truffaut. Sacha Guitry, cinéaste. Prólogo a Sacha Guitry. Le cinéma et moi. 1977

15 comments:

BUDOKAN said...

Hola, quiero felicitarte por este blog que haces en el que nos invitas a reflexionar sobre el cine desde otro lugar. Saludos!

Carlos said...

Muchas gracias budokan ;-)

Un saludo.

M. Jordan said...

Una reflexión muy interesante y bien escrita, además. Felicidades.

Aunque estoy sólo parcialmente de acuerdo, encuentro que es necesario reflexionar sobre estas cosas y lo has hecho fantásticamente, de verdad. Me pasaré más a menudo por aquí a ver qué se cuece.

Un saludo.

Mónica

Carlos said...

Gracias Mónica, me apunto tu blog, parece muy interesante.

A lo mejor alguien se pregunta por qué no tengo links de otros blogs en el mio, no es por narcisismo (que nadie piense mal XD), ¡es que no sé cómo hacerlo! (la tecnología no es lo mio :-S )

M. Jordan said...

Jajaja, en ese caso si quieres te enseñamos. Los links pueden ir bien (yo de hecho conocí tu blog a través del link en otro) pero tampoco es obligado linkear a todo quien te linkee.

Con o sin link, me iré pasando por tu blog.

Saludos XD

Daniel Quinn said...

Me uno a las felicitaciones y, en general, estoy de acuerdo. Yo puntualizaría lo de que a los izquierdistas no les interesa el cine (aunque sé que no pretendías generalizar); está claro que a los aranoas no les interesa el cine (algo que es respetable; aunque en el fondo sus películas no sean más que propaganda, puede que hasta resulten útiles en un determinado ámbito social), pero no creo que eso tenga nada que ver con la ideología, no hay más que ver a los Straub, Pedro Costa y demás izquierdistas. Lo que más me fastidia es la tendencia que señalas de encumbrar películas por sus temas y/o supuesta moralidad, cuando si se vieran con más detenimiento se vería un componente claramente amoral, en ese gusto por la demagogia y la manipulación desde las sombras. Y digo esto siendo ideológicamente partidario de la mayoría de cosas que promulgan estas películas, aunque, siempre me queda la duda, ¿al menos serán sinceros?, ¿creerán en lo que hacen?
Un saludo Carlos!

Carlos said...

Hola de nuevo,

por supuesto que no meto a Costa, Straub o Godard (la foto de "La Chinoise", que me encanta, no corresponde con lo que se denuncia en el post, sino con lo que debería ser) porque ellos hacen sus películas políticamente, lo que es pensar la política desde el cine, y no el cine desde la política (y encima hacerlo mal XD). Yo también soy ideológicamente partidario de las propuestas de un Ken Loach, pero no a cualquier precio, no quisiera dejarme engañar por películas "de guión".

Por cierto, ya que estamos, si alguien me indica brevemente dónde está la opción para linkear blogs y otras páginas web, lo agredecería.

Saludos!

Cris said...

muy facilito y paso a paso: accedes al blog mediante tu cuenta, te aparece una pantalla con un rectángulo superior, le das click debajo a la derecha donde pone diseño. Te aparecerá el chasis de tu página, veras todos esos rectángulos donde pone: añadir elemento de página. Eliges aquel donde quieras colocar tu lista de enlaces y lo pinchas. Te aparecerá una lista con los ditintos elementos de página y le das a añadir lista de vínculos. Desde ahí ya puedes añadir tus links: le pones un título y a enlazar!!! ya no tienes excusa!!

por cierto: felicidades por el artículo, bastante rabioso (y con razón!!).
Saludos (a los comentaristas tb).

Carlos said...

Muchas gracias Cris, ya he podido cambiarlo :-).

Saludos.

Daniel Quinn said...

Sí, sí, perfectamente aclarado, si es que alguna vez no lo estuvo :)

A mí algunas cosas de Loach me gustan, aunque cada vez parezca más empobrecido cinematográficamente, pero sí me creo que es honesto y coherente. Me parece bien lo que él persigue (aunque, obviamente, prefiero con mucho a los C,S,G), y seguro que él sabe que no va a revolucionar el cinematógrafo; creo que sus intenciones son más modestas y menos artísticas.

Por cierto, me encanta tu foto de cabecera, ais...

Ah, y gracias por el enlace! :)
Un saludo!

Faro Rojo said...

El colectivo Dziga Vertov le saluda.
Fdo: Mao Tse Tung.

Carlos said...

http://es.youtube.com/watch?v=aQI50yhLXGM&feature=related

Salud!! ;-)

junior said...

Hola Carlos. Gracias por el link. Te devuelvo el favor. Saludos :)

Anonymous said...

Me sumo a lo dicho. Aunque no esté de acuerdo con todo lo que dices, tu texto merece una felicitación. Qué coño: una ovación.

De paso te doy también aquí la enhorabuena por el post anterior publicado en Shangri-La.

Qué pena que no actualices más a menudo!

Saludos.

Á. David said...

Interesante artículo y reflexiones. Particularmente no me interesa la propaganda ideológica en el cine ni en la literatura, me aburre sobremanera y me auténticas arcadas, pero creo que es realmente difícil separar el discurso de la ideología de la que bebe. Me gusta mucho eso que dices de "hacer películas políticamente, pensar la política desde el cine, y no el cine desde la política". ¿Es posible separar el cine de las ideologías políticas? no lo sé,pero a mí la política me aburre, el cine sólo me hace temblar de emoción, espiritual o lo que sea, cuando la mirada ahonda en ese misterio del espacio-tiempo que también nombras refiriéndote a Dreyer, Bresson o Tarkovsky. Ese es para mí el significante y el significado del cine, la política del cine.
Un cordial saludo